Harpago, a quien el rey comisionó originalmente para darle muerte al niño, fue destinado a pagar un terrible precio por su error. Él fue invitado a un espléndido banquete, y ante él fueron colocadas bandejas con las carnes más suculentas y deliciosos manjares. Al final de la fiesta se le presentó una canasta que contenía las manos y la cabeza de su hijo de 13 años de edad. Fue entonces cuando Harpago se dio cuenta que había cenado la carne de su propio hijo. Este hecho también sería de una importancia
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